lunes, 21 de julio de 2014

KANT


Ocupación  Filósofo, profesor
Conocido por:
El concepto del imperativo categórico, crear la teoría del idealismo trascendental, el noúmeno, contribuir a la distinción analítico-sintético, la expresión Sapere aude y proponer el concepto de la nebulosa protosolar
Obras         Crítica de la razón pura, Crítica de la razón práctica, Crítica del juicio, Prolegómenos a toda metafísica futura que pueda presentarse como ciencia
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Immanuel Kant (ɪˈmaːnu̯eːl ˈkant) (Königsberg, Prusia, 22 de abril de 1724 – Königsberg, 12 de febrero de 1804) fue un filósofo prusiano de la Ilustración. Es el primero y más importante representante del criticismo y precursor del idealismo alemán y está considerado como uno de los pensadores más influyentes de la Europa moderna y de la filosofía universal.
Entre sus escritos más destacados se encuentra la Crítica de la razón pura (Kritik der reinen Vernunft), calificada generalmente como un punto de inflexión en la historia de la filosofía y el inicio de la filosofía contemporánea. En ella se investiga la estructura misma de la razón. Así mismo se propone que la metafísica tradicional puede ser reinterpretada a través de la epistemología, ya que podemos encarar problemas metafísicos al entender la fuente y los límites del conocimiento. Sus otras obras principales son la Crítica de la razón práctica, centrada en la ética; la Crítica del juicio, en la que investiga acerca de la estética y la teleología y La metafísica de las costumbres que indaga en la filosofía del Derecho y del Estado.
Kant adelantó importantes trabajos en los campos de la ciencia, el derecho, la moral, la religión y la historia, inclusive creía haber logrado un compromiso entre el empirismo y el racionalismo. Aceptando que todo se adquiere a través de la experiencia, da a entender que la razón juega un papel importante. Kant argumentaba que la experiencia, los valores y el significado mismo de la vida serían completamente subjetivos si antes no habían sido subsumidos por la razón pura, y que usar la razón sin aplicarla a la experiencia, nos llevaría inevitablemente a ilusiones teóricas.
El pensamiento kantiano fue muy influyente en la Alemania de su tiempo, llevando la filosofía más allá del debate entre el empirismo y el racionalismo. Fichte, Schelling, Hegel y Schopenhauer se vieron a sí mismos expandiendo y complementando el sistema kantiano de manera que justificaban el idealismo alemán. Hoy en día, Kant continúa teniendo una gran influencia en la filosofía analítica y continental.
1 Biografía
1.1 El joven estudiante
1.2 Giro hacia la crítica
1.3 Últimas obras de Kant
1.4 Tumba
2 Pensamiento
2.1 Estética trascendental
2.2 Analítica trascendental
Immanuel Kant fue bautizado como Emanuel pero cambió su nombre a Immanuel tras aprender hebreo.1 Nació en 1724 en Königsberg (desde 1946 Kaliningrado, Rusia). Era el cuarto de nueve hermanos, de los cuales sólo cinco alcanzaron la adolescencia. Pasó toda su vida dentro o en los alrededores de su ciudad natal, la capital de Prusia Oriental en esa época, sin viajar jamás más allá de 150 km de Königsberg.2 Su padre Johann Georg Kant (1682–1746) era un artesano alemán de Memel, en aquel tiempo la ciudad más al nordeste de Prusia (ahora Klaipėda, Lituania). Su madre Anna Regina Reuter (1697–1737), nacida en Núremberg, era la hija de un fabricante escocés de sillas de montar. En su juventud, Kant fue un estudiante constante, aunque no espectacular. Creció en un hogar pietista que ponía énfasis en una intensa devoción religiosa, la humildad personal y una interpretación literal de la Biblia. Por consiguiente, Kant recibió una educación severa —estricta, punitiva y disciplinaria— que favorecía la enseñanza del latín y la religión por encima de las matemáticas y las ciencias.3
El joven estudiante
Desde el inicio de sus estudios, Kant mostró gran aplicación en sus investigaciones. Primero fue enviado al Collegium Fridericianum y después se matriculó en la Universidad de Königsberg en 1740, a la edad de 16 años.4 Estudió la filosofía de Leibniz y Wolff con el profesor Martin Knutzen, un racionalista que también estaba familiarizado con los desarrollos de la filosofía y la ciencia británica y que introdujo a Kant en la nueva física matemática de Newton. También previno al joven alumno respecto del idealismo, visto negativamente por toda la filosofía del siglo XVIII, e, incluso después de la creación de la teoría del idealismo trascendental, Kant refutó el idealismo en la segunda edición de su obra principal: la Crítica de la razón pura.
El infarto de su padre y su posterior muerte en 1746 interrumpió sus estudios. Kant se convirtió en un profesor particular en los pequeños pueblos alrededor de Königsberg, pero continuó su investigación académica. En 1749 publicó su primera obra filosófica, Gedanken von der wahren Schätzung der lebendigen Kräfte (Meditaciones sobre la verdadera estimación de las fuerzas vivas). Kant publicó muchas más obras sobre temas científicos, y llegó a ser profesor universitario en 1755. El tema de sus lecciones era la metafísica, la cual enseñó durante casi cuarenta años, incluso después de su ruptura con ésta. El manual para el curso estaba escrito por Alexander Gottlieb Baumgarten, autor del término «Estética» en su sentido moderno.
En Allgemeine Naturgeschichte und Theorie des Himmels (Historia general de la naturaleza y teoría del cielo, 1755), Kant diseñó la hipótesis de la nebulosa protosolar, en donde dedujo correctamente que el Sistema Solar se formó de una gran nube de gas, una nebulosa. De este modo intentaba explicar el orden del Sistema Solar, anteriormente visto por Newton como impuesto por Dios desde el comienzo. Kant en su libro también dedujo correctamente que la Vía Láctea era un gran disco de estrellas, formada asimismo a partir de una nube giratoria. Además, sugirió la posibilidad de que otras nebulosas podían ser igualmente grandes discos de estrellas distantes, similares a la Vía Láctea, lo que dio origen a la denominación de Universos Isla para las galaxias, término en uso hasta bien entrado el siglo XX.
Desde este momento, Kant se concentró en temas cada vez más filosóficos, aunque continuaría escribiendo sobre las ciencias a lo largo de su vida. En los inicios de los años 1760, Kant concibió una serie de importantes obras de filosofía: Die falsche Spitzfindigkeit der vier syllogistischen Figuren erwiesen (La falsa sutileza de las cuatro figuras del silogismo), una obra sobre lógica, publicada en 1762. Aparecieron dos libros más al año siguiente: Versuch, den Begriff der negativen Größen in der Weltweisheit einzuführen (Ensayo para introducir el concepto de magnitudes negativas en la filosofía) y Der einzig mögliche Beweisgrund zu einer Demonstration des Daseins Gottes (El único fundamento posible de una demostración de la existencia de Dios).
En 1764, Kant escribió Beobachtungen über das Gefühl des Schönen und Erhabenen (Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime) y quedó segundo tras Moses Mendelssohn en un concurso de la Academia de Berlín con su Untersuchung über die Deutlichkeit der Grundsätze der natürlichen Theologie und Moral (Sobre la nitidez de los principios de la teología natural y de la moral). En 1770, a la edad de 45 años, Kant fue nombrado finalmente Profesor de Lógica y Metafísica en la Universidad de Königsberg. Kant escribió su Disertación inaugural (De mundi sensibilis atque intelligibilis forma et principiis) en defensa de este nombramiento. Esta obra vio la aparición de muchos temas centrales de su obra madura, incluyendo la distinción entre las facultades del pensamiento intelectual y la receptividad sensible. Ignorar esta distinción significaría cometer el error de la subrepción y, como dice en el último capítulo de la disertación, la Metafísica tan sólo progresará evitando dicho error.
Giro hacia la crítica
A la edad de 46 años, Kant era un conocido erudito y un filósofo cada vez más influyente. Se esperaba mucho de él. Como respuesta a una carta de su alumno Markus Herz, Kant llegó a reconocer que en la Disertación inaugural no había logrado dar cuenta de la relación y conexión entre nuestras facultades intelectuales y sensibles. También reconoció que David Hume le despertó del «sueño dogmático» (alrededor de 1770). Kant no publicó ningún trabajo de filosofía en los once años siguientes.
Kant dedicó su década silenciosa a trabajar en una solución para los problemas planteados. Aunque amante de la compañía y la conversación, Kant se aisló, pese a los intentos de sus amigos de sacarle de su aislamiento. En 1778, en respuesta a una de esas peticiones de un antiguo alumno, Kant escribió:
Cualquier cambio me hace aprensivo, aunque ofrezca la mejor promesa de mejorar mi estado, y estoy convencido, por este instinto natural mío, de que debo llevar cuidado si deseo que los hilos que las Parcas tejen tan finos y débiles en mi caso sean tejidos con cierta longitud. Mi sincero agradecimiento a mis admiradores y amigos, que piensan tan bondadosamente de mí hasta comprometerse con mi bienestar, pero, al mismo tiempo, pido, del modo más humilde, protección en mi actual estado frente a cualquier alteración.5
Cuando Kant salió de su silencio en 1781, el resultado fue la Crítica de la razón pura (Kritik der reinen Vernunft). Aunque hoy sea reconocida unánimemente como una de las más importantes obras en la historia de la filosofía, fue ignorada en el momento de su publicación inicial. El libro era largo, más de 800 páginas en la edición original en alemán, y escrito en un estilo seco y académico. Fue objeto de pocas reseñas, las cuales, además, no concedían importancia a la obra. Su densidad hacía de ella un «hueso duro de roer», oscurecida por «...toda esta pesada telaraña», según la describió Johann Gottfried Herder en una carta a Johann Georg Hamann.6
Esto contrasta intensamente con el elogio que Kant había recibido por obras anteriores, como la citada memoria de 1764 y otros opúsculos que precedieron a la primera Crítica. Estos tratados bien recibidos y legibles incluyen uno sobre el terremoto de Lisboa, que fue tan popular que se vendía por páginas.7 Antes de su giro hacia la crítica, sus libros se vendían bien, y para cuando publicó Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime en 1764, se había convertido en un autor popular de cierto renombre.8 Kant se decepcionó con la recepción de la primera Crítica. Reconociendo la necesidad de clarificar el tratado original, Kant escribió los Prolegómenos a toda metafísica futura (Prolegomena zu einer jeden künftigen Metaphysik, die als Wissenschaft wird auftreten können) en 1783, como un resumen de sus principales puntos de vista. También animó a su amigo Johann Schultz, a publicar un breve comentario sobre la Crítica de la razón pura.
La reputación de Kant aumentó gradualmente durante la década de 1780, gracias a una serie de obras importantes: el ensayo Respuesta a la pregunta: ¿Qué es Ilustración? (Beantwortung der Frage: Was ist Aufklärung?) de 1784; la Fundamentación de la metafísica de las costumbres (Grundlegung zur Metaphysik der Sitten), de 1785 (su primera obra sobre filosofía moral), y Principios metafísicos de la ciencia natural (Metaphysische Anfangsgründe der Naturwissenschaft), de 1786. Pero el reconocimiento final de Kant llegó desde una fuente inesperada. En 1786, Karl Leonhard Reinhold comenzó a publicar una serie de cartas públicas sobre la filosofía kantiana. En estas cartas, Reinhold enmarcaba la filosofía de Kant como una respuesta a la principal controversia intelectual de la época: la Disputa sobre el Panteísmo. Friedrich Heinrich Jacobi había acusado al recientemente fallecido Gotthold Ephraim Lessing (distinguido dramaturgo y ensayista filosófico) de spinozismo. Esa acusación, equivalente a la de ateísmo, fue desmentida rotundamente por Moses Mendelssohn, amigo de Lessing, y surgió una amarga disputa pública entre ellos. La controversia gradualmente escaló hasta convertirse en un debate general sobre los valores de la Ilustración y de la razón en sí misma. Reinhold mantenía en sus cartas que la Crítica de la razón pura de Kant podía resolver esta disputa defendiendo la autoridad y los límites de la razón. Las cartas de Reinhold fueron ampliamente leídas e hicieron a Kant el filósofo más famoso de su época.
Últimas obras de Kant
Kant publicó una segunda edición de la Crítica de la razón pura en 1787, revisando en profundidad las primeras partes del libro. La mayoría de sus posteriores obras se centraron en otras áreas de la filosofía. Continuó desarrollando su filosofía moral, especialmente en la Crítica de la razón práctica (Kritik der praktischen Vernunft, conocida como la segunda Crítica) de 1788 y la Metafísica de las costumbres (Metaphysik der Sitten) de 1797. La Crítica del juicio (Kritik der Urteilskraft, la tercera Crítica) de 1790 aplicaba el sistema kantiano a la Estética y la teleología. También escribió varios ensayos algo populares sobre historia, religión, política y otros temas. Estas obras fueron bien recibidas por los contemporáneos de Kant y confirmaron su posición preeminente en la filosofía del siglo XVIII. Había varias revistas dedicadas únicamente a defender y criticar la filosofía kantiana. Pero, a pesar de su éxito, las tendencias filosóficas se movían en otra dirección. Muchos de los discípulos más importantes de Kant (incluyendo a Reinhold, Beck y Fichte) transformaron la posición kantiana en formas de idealismo cada vez más radicales. Esto marcó la aparición del Idealismo alemán. Kant se opuso a estos desarrollos y denunció públicamente a Fichte en una carta abierta9 en 1799. Fue uno de sus últimos actos filosóficos. La salud de Kant, mala desde hacía mucho tiempo, empeoró, y murió en Königsberg el 12 de febrero de 1804, murmurando la palabra «Genug» («suficiente», «basta») antes de expirar.10 Su inacabada obra final, el fragmentario Opus postumum, fue (como su título sugiere) publicada póstumamente.
Han surgido una variedad de creencias populares con respecto a la vida de Kant. A menudo se sostiene, por ejemplo, que Kant maduró tardíamente, que sólo se convirtió en un filósofo importante a sus cincuenta y tantos años después de rechazar sus anteriores puntos de vista. Aunque es cierto que Kant escribió sus mejores obras relativamente tarde en su vida, hay una tendencia a infravalorar el valor de sus obras anteriores. Los estudios recientes sobre Kant han dedicado más atención a estos escritos «precríticos» y se ha reconocido una cierta continuidad con sus obras maduras.
Muchos de los mitos comunes acerca de las peculiaridades personales de Kant se enumeran, explican y refutan en la introducción del traductor inglés Goldthwait de las Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime.11 A menudo se sostiene que Kant vivió una vida muy estricta y previsible, lo que lleva a la historia a menudo repetida de que sus vecinos ponían los relojes en hora cuando daba sus paseos diarios.12 De nuevo, esto es cierto sólo en parte. Mientras fue joven, Kant fue una persona muy sociable y un apasionado de los convites durante la mayor parte de su vida. No se casó nunca. Únicamente en una época más avanzada de su vida, la influencia de su amigo, el comerciante inglés Joseph Green, hizo que Kant adoptara un estilo de vida más regular.13
Tumba
De 1879 a 1881 se recolectó dinero para construir una capilla a modo de monumento. La tumba de Kant se encuentra fuera de la Catedral de Königsberg —actual Kaliningrado— en el río Pregolya y es uno de los pocos monumentos alemanes conservados por los soviéticos después de que conquistaran y anexionaran la ciudad en 1945. La tumba original de Kant fue demolida por las bombas rusas a comienzos de aquel año. Una réplica de una estatua de Kant, ubicada en frente de la Universidad, fue donada por una entidad alemana en 1991. Los recién casados llevan flores a la capilla, como hicieron antes para el monumento de Lenin.
Cerca de la tumba se halla una placa con la siguiente inscripción en alemán y ruso, tomada de la «Conclusión» de Crítica de la razón práctica: «Dos cosas me llenan la mente con un siempre renovado y acrecentado asombro y admiración por mucho que continuamente reflexione sobre ellas: el firmamento estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí».
Pensamiento

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Todo aquel que se ocupe de filosofía moderna no puede dejar de lado a Kant; tal vez haya que decir lo mismo de todo aquel que se ocupe de filosofía. Su obra es típicamente alemana, muy elaborada y un tanto nebulosa. Encerrado en su gabinete, donde pasó su larga vida de casi 80 años, cuidaba poco el filósofo del mundo banal, aun cuando lo frecuentaba con placer.
Encasillado en su subjetividad, a la manera de Descartes, da a sus teorías una dirección muy distinta a la del filósofo francés. Descartes se adentra en su yo, pero ha de encontrar el camino para elevarse a Dios, y a un tiempo, para dar «certidumbre» al mundo físico o de la res extensa. Kant, encerrado en un mundo fenoménico, ha de descalificar la posibilidad de contactar a las cosas en sí mismas, sean las del mundo, la de Dios, o del alma.
La filosofía de Kant no niega la existencia de Dios, ni un orden moral, ni la realidad pensable de un mundo físico. Lo que niega —salvo en lo moral— es que la razón humana pueda trascender y llegar a esos entes en sí mismos: sean el «mundo», «Dios» o el «alma». Además Kant constituyó la idea de que el mundo, el Sol y todos los planetas son complementarios unos con otros.
Kant parte de la conciencia, de las representaciones fenoménicas del yo. Sean provenientes del mundo externo o interno. Y se aboca, desde un principio, a la estética trascendental.
Kant entiende por sensación el efecto de un objeto sobre la facultad representativa, en cuanto somos afectados por él. Se entiende que se prescinde por completo de la naturaleza del objeto afectante y que solamente se presta atención al efecto que se produce en nosotros, en lo puramente subjetivo.
La intuición empírica es una percepción cualquiera que refleja a un objeto, y así el conocimiento es considerado como un medio. La intuición empírica es la que se refiere a un objeto, pero por medio de la sensación. El fenómeno es el objeto indeterminado de la intuición empírica. El árbol puede afectarnos y de él tenemos una representación fenoménica. Nada podemos saber del árbol en sí. La realidad de la cosa, en ella misma, es un noúmeno no alcanzable.
Estética trascendental



En la Crítica de la razón pura se parte, asumiendo los resultados del empirismo, afirmando el valor primordial que se le da a la experiencia, en tanto esta permite presentar y conocer a los objetos, desde la percepción sensible o intuición (Anschauung). La capacidad de recibir representaciones se llama sensibilidad, y es una receptividad, pues los objetos vienen dados por esta. La capacidad que tenemos de pensar los objetos dados por la sensibilidad se llama entendimiento. Las intuiciones que se refieren a un objeto dado por las sensaciones se llaman intuiciones empíricas y el objeto sensible constituido por la sensación y las categorías a priori de espacio y tiempo impresas por el hombre, se llama fenómeno (término de origen griego que significa «aquello que aparece»). Asimismo a las representaciones en las que no se encuentra nada perteneciente a la sensación se las llama puras. Se sigue que la ciencia de la sensibilidad es llamada Estética trascendental, que forma parte de la Doctrina Trascendental de los Elementos en la Crítica de la razón pura.
El empleo del término «Estética» en Kant difiere del uso que hizo Alexander Gottlieb Baumgarten del mismo término, en cuanto ciencia de lo bello. El uso de Kant es en realidad más fiel a la etimología (αισθητική, aisthetike, viene de αἴσθησις, aisthesis, que significa 'sensación, sensibilidad') pero el de Baumgarten tuvo mejor fortuna.
La Estética trascendental muestra que, a pesar de la naturaleza receptiva de la sensibilidad, existen en ella unas condiciones a priori que nos permiten conocer, mediante el entendimiento, los objetos dados por el sentido externo (intuición). Estas condiciones son el espacio y el tiempo.


La capacidad (receptividad) de recibir representaciones, al ser afectadas por los objetos, se llama «sensibilidad». La ciencia de todos los principios de la sensibilidad a priori la llamo «estética trascendental».... .../...todas nuestras intuiciones no son más que una representación fenoménica. Permanece para nosotros absolutamente desconocido qué sean los objetos en sí, independientemente de toda esa receptividad de nuestra sensibilidad






A. I. PLANTEAMIENTO KANTIANO DEL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO

Responder a la pregunta ¿qué puedo conocer? exige señalar los principios y límites del conocimiento científico. Kant defendió en un primer momento la metafísica dogmática racionalista, para la que era posible, por pura deducción racional, alcanzar el conocimiento metafísico de la realidad, pero la lectura de Hume le despertó de este “sueño dogmático”. Kant creyó necesario para los intereses y fines últimos del hombre una Crítica o examen de la propia Razón sobre sí misma y sus límites, y propuso, frente a la “filosofía dogmática” una “filosofía crítica”. El problema es el de si es posible la Metafísica como ciencia y para solucionarlo debemos investigar antes las condiciones que hacen posible la ciencia. En esta tarea distingue dos tipos de condiciones: empíricas (particulares y contingentes) y a priori o transcendentales (universales y necesarias). La investigación de estas últimas dará lugar a la filosofía transcendental. Puesto que la ciencia es un conjunto de juicios, se preguntará por las condiciones que hacen posibles los juicios científicos. Lo que exige establecer los tipos fundamentales de juicios, que clasificará así: tenemos juicios analíticos si el predicado se incluye en el sujeto (no dan información nueva alguna, no son extensivos) y juicios sintéticos cuando el predicado no se incluye en el sujeto (son juicios extensivos y amplían nuestro conocimiento); y juicios a priori si su verdad puede ser conocida independientemente de la experiencia, ya que su fundamento no se halla en ésta (juicios universales y necesarios) y juicios a posteriori si su verdad es conocida a partir de la experiencia (particulares y contingentes). Los juicios más importantes son los juicios sintéticos a priori, que por ser sintéticos amplían nuestro conocimiento, y por ser a priori son universales y necesarios.

A. II. LA DOCTRINA DEL CONOCIMIENTO EN LA "CRÍTICA DE LA RAZÓN PURA"

La tarea fundamental de esta obra es averiguar cómo son posibles los juicios sintéticos a priori (tanto en Matemáticas como en Física) y si son posibles en Metafísica. Veamos sus tres partes principales. La Estética Transcendental se ocupa de la Sensibilidad (facultad de las sensaciones) y trata de las condiciones transcendentales (universales y necesarias) que permiten el conocimiento sensible. El efecto de los objetos en la Sensibilidad son las sensaciones, que son dadas a posteriori y constituyen la materia del conocer. Pero, gracias a la forma, las sensaciones se presentan ordenadas en ciertas relaciones; la forma está ya a priori en el espíritu, como forma de la Sensibilidad. La síntesis de sensaciones o datos empíricos, como materia, y la forma a priori es el fenómeno. Las formas puras o principios a priori de la Sensibilidad son el espacio y el tiempo. Espacio y tiempo son las condiciones de posibilidad de toda experiencia, ahora bien, espacio y tiempo no son propiedades objetivas de las cosas mismas, sino formas a priori de la Sensibilidad.
A. III. EL IDEALISMO TRASCENDENTAL: EL "FENÓMENO" Y EL “NOÚMENO"
Para entender la aportación de su filosofía, Kant propone la analogía de la revolución copernicana: al igual que Copérnico consiguió comprender el movimiento de los astros modificando las relaciones que se creía que existían entre ellos y el sol, Kant creerá que es posible comprender el conocimiento sintético a priori si modificamos las relaciones entre el sujeto y el objeto: hasta Kant se había considerado que el sujeto era pasivo en el acto del conocimiento y se tenía que plegar al objeto para conocerlo; pero de este modo es imposible entender el conocimiento a priori. El giro copernicano consiste en rechazar la concepción tradicional del conocimiento y considerar que el sujeto es activo, que son las cosas las que se deben someter a nosotros de cara al conocimiento: sólo podemos conocer a priori de las cosas aquello que antes hemos puesto en ellas; podemos comprender el conocimiento a priori si admitimos que conocemos únicamente los fenómenos y no las cosas en sí mismas o noúmenos, tesis principal del Idealismo Trascendental. El Idealismo Trascendental es la culminación del pensamiento moderno, que comienza con el planteamiento cartesiano del problema del conocimiento y que progresivamente va centrando en el sujeto el fundamento de la experiencia humana.
B. I. LA RAZÓN PRÁCTICA Y EL CONOCIMIENTO MORAL

La Razón Teórica formula juicios y se ocupa de conocer cómo son las cosas; la Razón Práctica ofrece imperativos y se ocupa de cómo debe ser la conducta de los seres racionales. Punto de partida de la ética kantiana: en la experiencia moral hay algo análogo al dato fundamental del conocimiento: el "factum de la moralidad", el hecho moral, la existencia del deber: todos los hombres tienen conciencia de estar sometidos a prescripciones morales, se sienten obligados a hacer ciertas cosas y a evitar otras. Esta conciencia del deber es conciencia de una determinación de la voluntad que posee características análogas a las de la experiencia de conocimiento: la universalidad y la necesidad. La ética kantiana es un intento de entender el factum de la moralidad y sus condiciones de posibilidad, del mismo modo que la teoría del conocimiento kantiana es la investigación de las condiciones de posibilidad de la ciencia. Kant clasifica los principios prácticos del siguiente modo: las máximas expresan cómo nos comportamos dadas tales o cuales circunstancias; hay máximas buenas y malas
B. II. CRÍTICA DE KANT A LAS ÉTICAS MATERIALES

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Podemos caracterizar la ética kantiana a partir de sus tres rasgos siguientes:
• Es formal: la materia del imperativo es lo mandado, la forma el grado de universalidad del imperativo. La tesis esencial de la ética kantiana consiste en indicar que una máxima describe propiamente una acción moral cuando cumple un requisito puramente formal: que pueda ser universalizable.
• Es autónoma: un sujeto es autónomo cuando tiene la capacidad para darse a sí mismo sus propias leyes, y es heterónomo cuando las leyes no descansan en él mismo, cuando le vienen de fuera; la ética kantiana es autónoma al afirmar que sólo las acciones morales son autónomas
• El fundamento de las acciones buenas es el deber, no la inclinación: para que una acción sea buena no basta que sea conforme al deber, además ha de hacerse por deber. El rigorismo kantiano implica el deber por el deber, aunque vaya en contra de mi felicidad y de las personas que quiero, y el carácter universal de la bondad o maldad de una acción, universalidad que impide aceptar excepciones en la validez del impe- rativo categórico.
B. IV. POSTULADOS DE LA RAZÓN PRÁCTICA

El Idealismo Trascendental rechaza la posibilidad del conocimiento metafísico (de Dios, el alma, la libertad...); pero Kant no negará todo acceso a esa realidades, sólo el intelectual, el conocimiento científico, pues únicamente cabe la ciencia de la realidad fenoménica. Pero para Kant hay otra experiencia que puede vincularnos con lo metafísico: la experiencia moral. Y ello a partir de los llamados postulados de la Razón Práctica o proposiciones que no pueden ser demostradas desde la razón teórica pero que han de ser admitidas si se quiere entender el "factum moral"; estos postulados se refieren precisamente a la existencia de la libertad, la inmortalidad del alma, y la existencia de Dios. Aunque desde la perspectiva de la razón teórica se concibe al hombre como sometido a la ley de la causalidad y necesidad natural, desde la perspectiva de la razón práctica podemos defender la existencia de la libertad pues la libertad es la condición de posibilidad de la acción moral (únicamente de las acciones libres podemos predicar valor y responsabilidad moral); la libertad es la capacidad de los seres racionales para determinarse a obrar según leyes que son dadas por su propia razón; libertad equivale a autonomía de la voluntad.

Kant propuso que el problema fundamental de la filosofía es “Saber si la razón humana es capaz de conocer”. Kant piensa que lo primero que debe hacerse es someter la razón a juicio o valoración, para saber si la razón de uno tiene la capacidad de resolver los problemas que acomete. El resultado de esto, es un sistema filosófico formado en torno al análisis de la razón misma.
Este sistema recibe el nombre de Criticismo o Idealismo Trascendental. Ésta afirma que el sujeto del conocimiento es una síntesis entre los datos de la experiencia de nuestra mente que constituyen la forma de cualquier conocimiento.
Kant resume su filosofía y sus obras en unas simples preguntas ¿Qué puedo conocer?, ¿Qué puedo hacer? ¿Qué puedo esperar? A la que agrega otra pregunta ¿qué es el Hombre? Para Kant el ser humano es el sujeto de las cuestiones, por lo que la investigación kantiana tiene que ver con el hombre mismo.
Kant responde a la primera incógnitas en sus obras Crítica a la razón pura, a la segunda en La Crítica de la razón Práctica, y a la tercera en La religión dentro de los límites de la mera razón.
Juicios Kantianos
Kant no intenta estudiar la ciencia, sino de estudiar lo que la hace posible. Para Kant estudiar las condiciones que hacen posible la ciencia es estudiar las condiciones de los juicios en que ella se expresa.
Para Kant todos los conocimientos científicos se expresan en juicios. Es decir; en una secuencia ordenada de proposiciones de las que algo (predicado), se afirma de algo (sujeto).
Ejemplo. Un triángulo tiene tres ángulos.
Un triángulo (es el sujeto)
Tiene tres ángulos (es el predicado)
De esta manera los conocimientos científicos se expresan en (sujeto y predicado).
De ahí, Kant concreta su análisis de las condiciones de posibilidades de la ciencia partiendo de la clasificación de los juicios.
A. POSICIÓN INTELECTUAL DE KANT
El idealismo racionalista culmina con Leibniz: toda explicación racional del universo se apoya en la demostración de la existencia de Dios, autor de la armonía que existe entre todas las mónadas. De otra parte, con Hume llega el empirismo inglés a su más rotunda formulación: para ese filósofo, la existencia es algo meramente subjetivo y sólo median diferencias de grado entre la noción de "algo existente", que en realidad poseemos o creemos poseer, y la impresión puramente imaginada de ese "algo existente".

El tercero de los antecedentes de la filosofía kantiana es la física de Newton. En tanto que el empirismo concluye afirmando la imposibilidad de todo conocimiento trascendente -término opuesto a inmanente-, la física permite un conocimiento exacto de la naturaleza.

La oposición entre la física de Newton y las teorías de Hume, y la afirmación básica de Leibniz respecto a la existencia de Dios, movieron a Kant -después de un largo período de meditación: la "etapa precrítica"- a formular una filosofía que, teniendo en cuenta el empirismo de Hume, se aproximara por su estructuración a la física de Newton. Se trataba de conocer la realidad, de saber si es posible el conocimiento objetivo, planteando así -como base de una futura metafísica- el problema previo de la crítica del conocimiento humano.68

B. LA CRÍTICA DE LA RAZÓN PURA

Conocer equivale a captar el ser de las cosas. Si estas existen fuera de mí mismo, es decir, en sí mismas, serán trascendentes, y conocerlas equivaldrá a conocer algo que existe fuera del sujeto pensante. Por el contrario, si lo exterior no llega a nosotros sino deformado, o si el hombre solamente puede conocer lo que hay en sí mismo, tal como afirmaba Berkeley, el conocimiento trascendental será imposible, porque lo que podemos conocer es apenas algo meramente subjetivo: nuestras propias ideas.Por "razón pura" entiende Kant una manera de conocimiento que no proviene de nuestros sentidos y que es independiente de toda experiencia.
1. Nuómeno y fenómeno
El conocimiento es inmanente o es trascendente, tal como lo había planteado ya la filosofía clásica de los griegos. Pero solamente en el segundo caso podrá ser posible una metafísica. La disyuntiva es resuelta por Kant afirmando que el conocimiento es trascendental, lo que en este caso quiere decir que capta la realidad de lo objetivo, de las cosas, pero lo capta en el sujeto pensante. Ahora bien: a la cosa como la conozco, da Kant el nombre de fenómeno; a la cosa tal como es, la llama nuómeno. El nur mo conocido en el fenómeno no es la cosa en sí, ni puede serlo, pero es el ser trascendental.
2. Los modos de saber
Tendido así un puente entre lo subjetivo y lo objetivo, entre el fenómeno y el nuómeno, habrá que preguntarse si hay modos de conocimiento, y cuáles son. Para Kant existen tres: la sensibilidad, el entendimiento discursivo y la razón. Pero el conocimiento es a priori o a posteriori: el primero no reposa en la experiencia y el segundo la presupone. Sólo el conocimiento a priori es universal y, además, necesario. De donde la ciencia -tal como ocurre en (a Física y la Matemática- será un conocimiento a priori. Pero, qué ocurre respecto de la Metafísica? Para responder a esta pregunta -se trata de saber, en definitiva, si es posible conocer el nuómeno- Kant se pregunta inicialmente cómo es posible la Matemática; luego, cómo es posible la Física.
3. La teoría del juicio

Hay juicios analíticos y juicios sintéticos. Los primeros son aquellos cuyo sujeto contiene al predicado: así al predicar el género respecto de una especie, o una propiedad esencial respecto de esta. Los segundos son los que unen un predicado a un sujeto que carecía de tal predicado. Esta última clase de juicios, por consiguiente, es la que enriquece el concepto del sujeto.Como los juicios son comparaciones, los analíticos resultan ser a priori, porque basta con contraponer sujeto y predicado, para conocer si son compatibles o incompatibles, es decir, verdaderos o falsos. En cuanto a los juicios sintéticos, son en su totalidad a posteriori. Este es, para Kant, el problema central, porque si contestamos afirmativamente la pregunta, ocurre que todo conocimiento realmente nuevo -y que no sea simple deducción de algo que ya sabemos- es un juicio posteriori, y por tanto no será necesario ni universal. Dicho de otra manera: la ciencia, que procede a base de realizar nuevos descubrimientos, o no es necesaria y universal, o es solamente la reiteración, mediante juicios analíticos, de lo que ya se sabe. Ante esta dificultad, y en vista de realidades científicas como la física de Newton o el cálculo infinitesimal de Leibniz, piensa Kant que tienen que existir juicios que amplíen el conocimiento, es decir, juicios sintéticos que sean necesarios y universales, o sea juicios sintéticos a priori. Es entonces cuando enuncia el problema preguntándose: cómo son posibles, si es que lo son, los juicios sintéticos en la matemática, en la física y en la metafísica.
El logro esencial de Kant es separar radicalmente la razón instru­mental de la razón especulativa o dialéctica, no quedando esta últi­ma condenada a la ilegalidad sino referida a una legalidad diferente. Quizá esta escisión fundamental no es más que la interiorización de­finitiva de la división del trabajo, que hiende el espíritu para domi­nar mejor al hombre. En todo caso, desde un punto de vista históri­co, Kant no sólo no acaba con la metafísica especulativa, sino que acelera su más alto cumplimiento, al destacar el definitivo papel del sujeto en la constitución del objeto. Libre, por obra del mismo Kant, del modelo de la ciencia experimental, la especulación metafísica, es decir, el ejercicio de la razón pura, levanta sus más audaces construc­ciones: los sistemas de Fichte, Hegel y Schelling.
Para Kant, «Dios, el alma, el cosmos universal son sublimes ob­jetos extrasensoriales, creados por la razón pura y fuente inacabable de antinomias paradójicas en cuanto intentan ser pensados como co­sas reales, de las que percibimos con los sentidos». Esta crítica kantiana asestaba un duro golpe a las pretensiones racionales de los metafísi-cos y teólogos tradicionales, de la gran escuela sistemático-especula-tiva. Pero una vez independizado de estos dominios, Kant no aspira a ir más lejos, ni mucho menos a socavar las creencias religiosas y morales establecidas. Por el contrario, halla de nuevo en la concien­cia moral y en el imperativo categórico de acatamiento al deber ins­crito en ella una nueva base, autónoma esta vez, pero no menos efi­caz, para sustentar la creencia en un alma libre e inmortal y un dios omnipotente, que rige justicieramente su destino. La doctrina ético-religiosa tradicional, antes impuesta con autoridad por la jerarquía exterior, se interioriza de modo tan suficiente que el individuo ya no necesita la amenaza dogmática para sustentarla. La mayoría de edad ilustrada, según Kant, como suscribiría posteriormente Freud, es la supresión de la autoridad paterna porque uno mismo ha llegado a convertirse en su propio padre.
Además de su teoría del conocimiento que tanta importancia tiene en el ámbito científico y metafísico, Kant también centró su atención en el tema de la moral. ¿Cómo podemos llegar a descubrir qué es lo específico del conocimiento humano y de la moral? No son, por supuesto, los dogmas, o los mandamientos que varían de un lugar a otro, sino que hay que buscar el núcleo mismo de la moral. Kant lo centró en lo que llamaba un imperativo categórico.
En la Filosofía del Derecho desde el siglo XIX la influencia de Kant ha sido sin duda la más importante si se le compara a la que ejerciera cualquier otro filósofo clásico. Esto vale, sin embargo, más por su teoría crítica del conocimiento que por su teoría jurídica. De esta forma, durante la segunda mitad del siglo XIX surgió la Teoría General del Derecho, cuyos principales autores fueron Merkl, Binding, Bierling, Bergbohm, Somló y Bluntschli. Esta nueva disciplina especial de la Filosofía del Derecho se apoyó en un principio elaborado con base en la Filosofía de Kant: debido a que los contenidos jurídicos no pueden ser accesibles al conocimiento científico, en beneficio de la seguridad jurídica tienen que ser establecidos los criterios formales que sirven para determinar lo que debe ser el Derecho. El formalismo jurídico en la Filosofía del Derecho que sirviera para justificar la legislación y la jurisprudencia del régimen nacionalsocialista, tuvo a uno de sus más importantes representantes en Rudolf Stammler para quien fue posible establecer que, los principios de un Derecho justo no son normas, sino que más bien, tienen la significación de pensamientos metódicos que nos ayudan a elegir entre una muy amplia variedad de normas jurídicas concretas,y que por ello un Derecho correcto no era más que una forma pura del pensamiento, un método formal y que no era posible encontrar ningún precepto jurídico que comprobara con base en la especialidad de su contenido su validez absoluta. * Doctor en Derecho por la Universidad de Heidelberg en Alemania y profesor de tiempo completo de la Universidad Iberoamericana, Plantel Santa Fe.


A. I. PLANTEAMIENTO KANTIANO DEL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO

Responder a la pregunta ¿qué puedo conocer? exige señalar los principios y límites del conocimiento científico. Kant defendió en un primer momento la metafísica dogmática racionalista, para la que era posible, por pura deducción racional, alcanzar el conocimiento metafísico de la realidad, pero la lectura de Hume le despertó de este “sueño dogmático”. Kant creyó necesario para los intereses y fines últimos del hombre una Crítica o examen de la propia Razón sobre sí misma y sus límites, y propuso, frente a la “filosofía dogmática” una “filosofía crítica”. El problema es el de si es posible la Metafísica como ciencia y para solucionarlo debemos investigar antes las condiciones que hacen posible la ciencia. En esta tarea distingue dos tipos de condiciones: empíricas (particulares y contingentes) y a priori o transcendentales (universales y necesarias). La investigación de estas últimas dará lugar a la filosofía transcendental. Puesto que la ciencia es un conjunto de juicios, se preguntará por las condiciones que hacen posibles los juicios científicos. Lo que exige establecer los tipos fundamentales de juicios, que clasificará así: tenemos juicios analíticos si el predicado se incluye en el sujeto (no dan información nueva alguna, no son extensivos) y juicios sintéticos cuando el predicado no se incluye en el sujeto (son juicios extensivos y amplían nuestro conocimiento); y juicios a priori si su verdad puede ser conocida independientemente de la experiencia, ya que su fundamento no se halla en ésta (juicios universales y necesarios) y juicios a posteriori si su verdad es conocida a partir de la experiencia (particulares y contingentes). Los juicios más importantes son los juicios sintéticos a priori, que por ser sintéticos amplían nuestro conocimiento, y por ser a priori son universales y necesarios.

A. II. LA DOCTRINA DEL CONOCIMIENTO EN LA "CRÍTICA DE LA RAZÓN PURA"

La tarea fundamental de esta obra es averiguar cómo son posibles los juicios sintéticos a priori (tanto en Matemáticas como en Física) y si son posibles en Metafísica. Veamos sus tres partes principales. La Estética Transcendental se ocupa de la Sensibilidad (facultad de las sensaciones) y trata de las condiciones transcendentales (universales y necesarias) que permiten el conocimiento sensible. El efecto de los objetos en la Sensibilidad son las sensaciones, que son dadas a posteriori y constituyen la materia del conocer. Pero, gracias a la forma, las sensaciones se presentan ordenadas en ciertas relaciones; la forma está ya a priori en el espíritu, como forma de la Sensibilidad. La síntesis de sensaciones o datos empíricos, como materia, y la forma a priori es el fenómeno. Las formas puras o principios a priori de la Sensibilidad son el espacio y el tiempo. Espacio y tiempo son las condiciones de posibilidad de toda experiencia, ahora bien, espacio y tiempo no son propiedades objetivas de las cosas mismas, sino formas a priori de la Sensibilidad.
A. III. EL IDEALISMO TRASCENDENTAL: EL "FENÓMENO" Y EL “NOÚMENO"
Para entender la aportación de su filosofía, Kant propone la analogía de la revolución copernicana: al igual que Copérnico consiguió comprender el movimiento de los astros modificando las relaciones que se creía que existían entre ellos y el sol, Kant creerá que es posible comprender el conocimiento sintético a priori si modificamos las relaciones entre el sujeto y el objeto: hasta Kant se había considerado que el sujeto era pasivo en el acto del conocimiento y se tenía que plegar al objeto para conocerlo; pero de este modo es imposible entender el conocimiento a priori. El giro copernicano consiste en rechazar la concepción tradicional del conocimiento y considerar que el sujeto es activo, que son las cosas las que se deben someter a nosotros de cara al conocimiento: sólo podemos conocer a priori de las cosas aquello que antes hemos puesto en ellas; podemos comprender el conocimiento a priori si admitimos que conocemos únicamente los fenómenos y no las cosas en sí mismas o noúmenos, tesis principal del Idealismo Trascendental. El Idealismo Trascendental es la culminación del pensamiento moderno, que comienza con el planteamiento cartesiano del problema del conocimiento y que progresivamente va centrando en el sujeto el fundamento de la experiencia humana.
B. I. LA RAZÓN PRÁCTICA Y EL CONOCIMIENTO MORAL

La Razón Teórica formula juicios y se ocupa de conocer cómo son las cosas; la Razón Práctica ofrece imperativos y se ocupa de cómo debe ser la conducta de los seres racionales. Punto de partida de la ética kantiana: en la experiencia moral hay algo análogo al dato fundamental del conocimiento: el "factum de la moralidad", el hecho moral, la existencia del deber: todos los hombres tienen conciencia de estar sometidos a prescripciones morales, se sienten obligados a hacer ciertas cosas y a evitar otras. Esta conciencia del deber es conciencia de una determinación de la voluntad que posee características análogas a las de la experiencia de conocimiento: la universalidad y la necesidad. La ética kantiana es un intento de entender el factum de la moralidad y sus condiciones de posibilidad, del mismo modo que la teoría del conocimiento kantiana es la investigación de las condiciones de posibilidad de la ciencia. Kant clasifica los principios prácticos del siguiente modo: las máximas expresan cómo nos comportamos dadas tales o cuales circunstancias; hay máximas buenas y malas
B. II. CRÍTICA DE KANT A LAS ÉTICAS MATERIALES

Hasta Kant las éticas habían sido materiales, frente a todas ellas, su ética es formal. Son materiales aquellas éticas según las cuales la bondad o maldad de la conducta depende de algo que se considera Bien Supremo (sea espiritual o material): los actos serán buenos cuando nos acerquen a él y malos cuando nos alejen de él. Toda ética material parte de que hay bienes, cosas buenas para el hombre, determina cuál es su bien o fin supremo y establece las normas o preceptos para alcanzarlo. Pero los preceptos de toda ética material son hipotéticos, empíricos, por lo que no valen absolutamente, sino sólo de un modo condicional, como medios para conseguir un fin.
B. III. LA ÉTICA FORMAL DE KANT

Podemos caracterizar la ética kantiana a partir de sus tres rasgos siguientes:
• Es formal: la materia del imperativo es lo mandado, la forma el grado de universalidad del imperativo. La tesis esencial de la ética kantiana consiste en indicar que una máxima describe propiamente una acción moral cuando cumple un requisito puramente formal: que pueda ser universalizable.
• Es autónoma: un sujeto es autónomo cuando tiene la capacidad para darse a sí mismo sus propias leyes, y es heterónomo cuando las leyes no descansan en él mismo, cuando le vienen de fuera; la ética kantiana es autónoma al afirmar que sólo las acciones morales son autónomas
• El fundamento de las acciones buenas es el deber, no la inclinación: para que una acción sea buena no basta que sea conforme al deber, además ha de hacerse por deber. El rigorismo kantiano implica el deber por el deber, aunque vaya en contra de mi felicidad y de las personas que quiero, y el carácter universal de la bondad o maldad de una acción, universalidad que impide aceptar excepciones en la validez del impe- rativo categórico.
B. IV. POSTULADOS DE LA RAZÓN PRÁCTICA

El Idealismo Trascendental rechaza la posibilidad del conocimiento metafísico (de Dios, el alma, la libertad...); pero Kant no negará todo acceso a esa realidades, sólo el intelectual, el conocimiento científico, pues únicamente cabe la ciencia de la realidad fenoménica. Pero para Kant hay otra experiencia que puede vincularnos con lo metafísico: la experiencia moral. Y ello a partir de los llamados postulados de la Razón Práctica o proposiciones que no pueden ser demostradas desde la razón teórica pero que han de ser admitidas si se quiere entender el "factum moral"; estos postulados se refieren precisamente a la existencia de la libertad, la inmortalidad del alma, y la existencia de Dios. Aunque desde la perspectiva de la razón teórica se concibe al hombre como sometido a la ley de la causalidad y necesidad natural, desde la perspectiva de la razón práctica podemos defender la existencia de la libertad pues la libertad es la condición de posibilidad de la acción moral (únicamente de las acciones libres podemos predicar valor y responsabilidad moral); la libertad es la capacidad de los seres racionales para determinarse a obrar según leyes que son dadas por su propia razón; libertad equivale a autonomía de la voluntad.

Kant propuso que el problema fundamental de la filosofía es “Saber si la razón humana es capaz de conocer”. Kant piensa que lo primero que debe hacerse es someter la razón a juicio o valoración, para saber si la razón de uno tiene la capacidad de resolver los problemas que acomete. El resultado de esto, es un sistema filosófico formado en torno al análisis de la razón misma.
Este sistema recibe el nombre de Criticismo o Idealismo Trascendental. Ésta afirma que el sujeto del conocimiento es una síntesis entre los datos de la experiencia de nuestra mente que constituyen la forma de cualquier conocimiento.
Kant resume su filosofía y sus obras en unas simples preguntas ¿Qué puedo conocer?, ¿Qué puedo hacer? ¿Qué puedo esperar? A la que agrega otra pregunta ¿qué es el Hombre? Para Kant el ser humano es el sujeto de las cuestiones, por lo que la investigación kantiana tiene que ver con el hombre mismo.
Kant responde a la primera incógnitas en sus obras Crítica a la razón pura, a la segunda en La Crítica de la razón Práctica, y a la tercera en La religión dentro de los límites de la mera razón.
Juicios Kantianos
Kant no intenta estudiar la ciencia, sino de estudiar lo que la hace posible. Para Kant estudiar las condiciones que hacen posible la ciencia es estudiar las condiciones de los juicios en que ella se expresa.
Para Kant todos los conocimientos científicos se expresan en juicios. Es decir; en una secuencia ordenada de proposiciones de las que algo (predicado), se afirma de algo (sujeto).
Ejemplo. Un triángulo tiene tres ángulos.
Un triángulo (es el sujeto)
Tiene tres ángulos (es el predicado)
De esta manera los conocimientos científicos se expresan en (sujeto y predicado).
De ahí, Kant concreta su análisis de las condiciones de posibilidades de la ciencia partiendo de la clasificación de los juicios.
A. POSICIÓN INTELECTUAL DE KANT
El idealismo racionalista culmina con Leibniz: toda explicación racional del universo se apoya en la demostración de la existencia de Dios, autor de la armonía que existe entre todas las mónadas. De otra parte, con Hume llega el empirismo inglés a su más rotunda formulación: para ese filósofo, la existencia es algo meramente subjetivo y sólo median diferencias de grado entre la noción de "algo existente", que en realidad poseemos o creemos poseer, y la impresión puramente imaginada de ese "algo existente".

El tercero de los antecedentes de la filosofía kantiana es la física de Newton. En tanto que el empirismo concluye afirmando la imposibilidad de todo conocimiento trascendente -término opuesto a inmanente-, la física permite un conocimiento exacto de la naturaleza.

La oposición entre la física de Newton y las teorías de Hume, y la afirmación básica de Leibniz respecto a la existencia de Dios, movieron a Kant -después de un largo período de meditación: la "etapa precrítica"- a formular una filosofía que, teniendo en cuenta el empirismo de Hume, se aproximara por su estructuración a la física de Newton. Se trataba de conocer la realidad, de saber si es posible el conocimiento objetivo, planteando así -como base de una futura metafísica- el problema previo de la crítica del conocimiento humano.68

B. LA CRÍTICA DE LA RAZÓN PURA

Conocer equivale a captar el ser de las cosas. Si estas existen fuera de mí mismo, es decir, en sí mismas, serán trascendentes, y conocerlas equivaldrá a conocer algo que existe fuera del sujeto pensante. Por el contrario, si lo exterior no llega a nosotros sino deformado, o si el hombre solamente puede conocer lo que hay en sí mismo, tal como afirmaba Berkeley, el conocimiento trascendental será imposible, porque lo que podemos conocer es apenas algo meramente subjetivo: nuestras propias ideas.Por "razón pura" entiende Kant una manera de conocimiento que no proviene de nuestros sentidos y que es independiente de toda experiencia.
1. Nuómeno y fenómeno
El conocimiento es inmanente o es trascendente, tal como lo había planteado ya la filosofía clásica de los griegos. Pero solamente en el segundo caso podrá ser posible una metafísica. La disyuntiva es resuelta por Kant afirmando que el conocimiento es trascendental, lo que en este caso quiere decir que capta la realidad de lo objetivo, de las cosas, pero lo capta en el sujeto pensante. Ahora bien: a la cosa como la conozco, da Kant el nombre de fenómeno; a la cosa tal como es, la llama nuómeno. El nur mo conocido en el fenómeno no es la cosa en sí, ni puede serlo, pero es el ser trascendental.
2. Los modos de saber
Tendido así un puente entre lo subjetivo y lo objetivo, entre el fenómeno y el nuómeno, habrá que preguntarse si hay modos de conocimiento, y cuáles son. Para Kant existen tres: la sensibilidad, el entendimiento discursivo y la razón. Pero el conocimiento es a priori o a posteriori: el primero no reposa en la experiencia y el segundo la presupone. Sólo el conocimiento a priori es universal y, además, necesario. De donde la ciencia -tal como ocurre en (a Física y la Matemática- será un conocimiento a priori. Pero, qué ocurre respecto de la Metafísica? Para responder a esta pregunta -se trata de saber, en definitiva, si es posible conocer el nuómeno- Kant se pregunta inicialmente cómo es posible la Matemática; luego, cómo es posible la Física.
3. La teoría del juicio

Hay juicios analíticos y juicios sintéticos. Los primeros son aquellos cuyo sujeto contiene al predicado: así al predicar el género respecto de una especie, o una propiedad esencial respecto de esta. Los segundos son los que unen un predicado a un sujeto que carecía de tal predicado. Esta última clase de juicios, por consiguiente, es la que enriquece el concepto del sujeto.Como los juicios son comparaciones, los analíticos resultan ser a priori, porque basta con contraponer sujeto y predicado, para conocer si son compatibles o incompatibles, es decir, verdaderos o falsos. En cuanto a los juicios sintéticos, son en su totalidad a posteriori. Este es, para Kant, el problema central, porque si contestamos afirmativamente la pregunta, ocurre que todo conocimiento realmente nuevo -y que no sea simple deducción de algo que ya sabemos- es un juicio posteriori, y por tanto no será necesario ni universal. Dicho de otra manera: la ciencia, que procede a base de realizar nuevos descubrimientos, o no es necesaria y universal, o es solamente la reiteración, mediante juicios analíticos, de lo que ya se sabe. Ante esta dificultad, y en vista de realidades científicas como la física de Newton o el cálculo infinitesimal de Leibniz, piensa Kant que tienen que existir juicios que amplíen el conocimiento, es decir, juicios sintéticos que sean necesarios y universales, o sea juicios sintéticos a priori. Es entonces cuando enuncia el problema preguntándose: cómo son posibles, si es que lo son, los juicios sintéticos en la matemática, en la física y en la metafísica.
El logro esencial de Kant es separar radicalmente la razón instru­mental de la razón especulativa o dialéctica, no quedando esta últi­ma condenada a la ilegalidad sino referida a una legalidad diferente. Quizá esta escisión fundamental no es más que la interiorización de­finitiva de la división del trabajo, que hiende el espíritu para domi­nar mejor al hombre. En todo caso, desde un punto de vista históri­co, Kant no sólo no acaba con la metafísica especulativa, sino que acelera su más alto cumplimiento, al destacar el definitivo papel del sujeto en la constitución del objeto. Libre, por obra del mismo Kant, del modelo de la ciencia experimental, la especulación metafísica, es decir, el ejercicio de la razón pura, levanta sus más audaces construc­ciones: los sistemas de Fichte, Hegel y Schelling.
Para Kant, «Dios, el alma, el cosmos universal son sublimes ob­jetos extrasensoriales, creados por la razón pura y fuente inacabable de antinomias paradójicas en cuanto intentan ser pensados como co­sas reales, de las que percibimos con los sentidos». Esta crítica kantiana asestaba un duro golpe a las pretensiones racionales de los metafísi-cos y teólogos tradicionales, de la gran escuela sistemático-especula-tiva. Pero una vez independizado de estos dominios, Kant no aspira a ir más lejos, ni mucho menos a socavar las creencias religiosas y morales establecidas. Por el contrario, halla de nuevo en la concien­cia moral y en el imperativo categórico de acatamiento al deber ins­crito en ella una nueva base, autónoma esta vez, pero no menos efi­caz, para sustentar la creencia en un alma libre e inmortal y un dios omnipotente, que rige justicieramente su destino. La doctrina ético-religiosa tradicional, antes impuesta con autoridad por la jerarquía exterior, se interioriza de modo tan suficiente que el individuo ya no necesita la amenaza dogmática para sustentarla. La mayoría de edad ilustrada, según Kant, como suscribiría posteriormente Freud, es la supresión de la autoridad paterna porque uno mismo ha llegado a convertirse en su propio padre.
Además de su teoría del conocimiento que tanta importancia tiene en el ámbito científico y metafísico, Kant también centró su atención en el tema de la moral. ¿Cómo podemos llegar a descubrir qué es lo específico del conocimiento humano y de la moral? No son, por supuesto, los dogmas, o los mandamientos que varían de un lugar a otro, sino que hay que buscar el núcleo mismo de la moral. Kant lo centró en lo que llamaba un imperativo categórico.
En la Filosofía del Derecho desde el siglo XIX la influencia de Kant ha sido sin duda la más importante si se le compara a la que ejerciera cualquier otro filósofo clásico. Esto vale, sin embargo, más por su teoría crítica del conocimiento que por su teoría jurídica. De esta forma, durante la segunda mitad del siglo XIX surgió la Teoría General del Derecho, cuyos principales autores fueron Merkl, Binding, Bierling, Bergbohm, Somló y Bluntschli. Esta nueva disciplina especial de la Filosofía del Derecho se apoyó en un principio elaborado con base en la Filosofía de Kant: debido a que los contenidos jurídicos no pueden ser accesibles al conocimiento científico, en beneficio de la seguridad jurídica tienen que ser establecidos los criterios formales que sirven para determinar lo que debe ser el Derecho. El formalismo jurídico en la Filosofía del Derecho que sirviera para justificar la legislación y la jurisprudencia del régimen nacionalsocialista, tuvo a uno de sus más importantes representantes en Rudolf Stammler para quien fue posible establecer que, los principios de un Derecho justo no son normas, sino que más bien, tienen la significación de pensamientos metódicos que nos ayudan a elegir entre una muy amplia variedad de normas jurídicas concretas,y que por ello un Derecho correcto no era más que una forma pura del pensamiento, un método formal y que no era posible encontrar ningún precepto jurídico que comprobara con base en la especialidad de su contenido su validez absoluta. * Doctor en Derecho por la Universidad de Heidelberg en Alemania y profesor de tiempo completo de la Universidad Iberoamericana, Plantel Santa Fe.
 A. I. PLANTEAMIENTO KANTIANO DEL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO

Responder a la pregunta ¿qué puedo conocer? exige señalar los principios y límites del conocimiento científico. Kant defendió en un primer momento la metafísica dogmática racionalista, para la que era posible, por pura deducción racional, alcanzar el conocimiento metafísico de la realidad, pero la lectura de Hume le despertó de este “sueño dogmático”. Kant creyó necesario para los intereses y fines últimos del hombre una Crítica o examen de la propia Razón sobre sí misma y sus límites, y propuso, frente a la “filosofía dogmática” una “filosofía crítica”. El problema es el de si es posible la Metafísica como ciencia y para solucionarlo debemos investigar antes las condiciones que hacen posible la ciencia. En esta tarea distingue dos tipos de condiciones: empíricas (particulares y contingentes) y a priori o transcendentales (universales y necesarias). La investigación de estas últimas dará lugar a la filosofía transcendental. Puesto que la ciencia es un conjunto de juicios, se preguntará por las condiciones que hacen posibles los juicios científicos. Lo que exige establecer los tipos fundamentales de juicios, que clasificará así: tenemos juicios analíticos si el predicado se incluye en el sujeto (no dan información nueva alguna, no son extensivos) y juicios sintéticos cuando el predicado no se incluye en el sujeto (son juicios extensivos y amplían nuestro conocimiento); y juicios a priori si su verdad puede ser conocida independientemente de la experiencia, ya que su fundamento no se halla en ésta (juicios universales y necesarios) y juicios a posteriori si su verdad es conocida a partir de la experiencia (particulares y contingentes). Los juicios más importantes son los juicios sintéticos a priori, que por ser sintéticos amplían nuestro conocimiento, y por ser a priori son universales y necesarios.

A. II. LA DOCTRINA DEL CONOCIMIENTO EN LA "CRÍTICA DE LA RAZÓN PURA"

La tarea fundamental de esta obra es averiguar cómo son posibles los juicios sintéticos a priori (tanto en Matemáticas como en Física) y si son posibles en Metafísica. Veamos sus tres partes principales. La Estética Transcendental se ocupa de la Sensibilidad (facultad de las sensaciones) y trata de las condiciones transcendentales (universales y necesarias) que permiten el conocimiento sensible. El efecto de los objetos en la Sensibilidad son las sensaciones, que son dadas a posteriori y constituyen la materia del conocer. Pero, gracias a la forma, las sensaciones se presentan ordenadas en ciertas relaciones; la forma está ya a priori en el espíritu, como forma de la Sensibilidad. La síntesis de sensaciones o datos empíricos, como materia, y la forma a priori es el fenómeno. Las formas puras o principios a priori de la Sensibilidad son el espacio y el tiempo. Espacio y tiempo son las condiciones de posibilidad de toda experiencia, ahora bien, espacio y tiempo no son propiedades objetivas de las cosas mismas, sino formas a priori de la Sensibilidad.
A. III. EL IDEALISMO TRASCENDENTAL: EL "FENÓMENO" Y EL “NOÚMENO"
Para entender la aportación de su filosofía, Kant propone la analogía de la revolución copernicana: al igual que Copérnico consiguió comprender el movimiento de los astros modificando las relaciones que se creía que existían entre ellos y el sol, Kant creerá que es posible comprender el conocimiento sintético a priori si modificamos las relaciones entre el sujeto y el objeto: hasta Kant se había considerado que el sujeto era pasivo en el acto del conocimiento y se tenía que plegar al objeto para conocerlo; pero de este modo es imposible entender el conocimiento a priori. El giro copernicano consiste en rechazar la concepción tradicional del conocimiento y considerar que el sujeto es activo, que son las cosas las que se deben someter a nosotros de cara al conocimiento: sólo podemos conocer a priori de las cosas aquello que antes hemos puesto en ellas; podemos comprender el conocimiento a priori si admitimos que conocemos únicamente los fenómenos y no las cosas en sí mismas o noúmenos, tesis principal del Idealismo Trascendental. El Idealismo Trascendental es la culminación del pensamiento moderno, que comienza con el planteamiento cartesiano del problema del conocimiento y que progresivamente va centrando en el sujeto el fundamento de la experiencia humana.
B. I. LA RAZÓN PRÁCTICA Y EL CONOCIMIENTO MORAL

La Razón Teórica formula juicios y se ocupa de conocer cómo son las cosas; la Razón Práctica ofrece imperativos y se ocupa de cómo debe ser la conducta de los seres racionales. Punto de partida de la ética kantiana: en la experiencia moral hay algo análogo al dato fundamental del conocimiento: el "factum de la moralidad", el hecho moral, la existencia del deber: todos los hombres tienen conciencia de estar sometidos a prescripciones morales, se sienten obligados a hacer ciertas cosas y a evitar otras. Esta conciencia del deber es conciencia de una determinación de la voluntad que posee características análogas a las de la experiencia de conocimiento: la universalidad y la necesidad. La ética kantiana es un intento de entender el factum de la moralidad y sus condiciones de posibilidad, del mismo modo que la teoría del conocimiento kantiana es la investigación de las condiciones de posibilidad de la ciencia. Kant clasifica los principios prácticos del siguiente modo: las máximas expresan cómo nos comportamos dadas tales o cuales circunstancias; hay máximas buenas y malas
B. II. CRÍTICA DE KANT A LAS ÉTICAS MATERIALES

Hasta Kant las éticas habían sido materiales, frente a todas ellas, su ética es formal. Son materiales aquellas éticas según las cuales la bondad o maldad de la conducta depende de algo que se considera Bien Supremo (sea espiritual o material): los actos serán buenos cuando nos acerquen a él y malos cuando nos alejen de él. Toda ética material parte de que hay bienes, cosas buenas para el hombre, determina cuál es su bien o fin supremo y establece las normas o preceptos para alcanzarlo. Pero los preceptos de toda ética material son hipotéticos, empíricos, por lo que no valen absolutamente, sino sólo de un modo condicional, como medios para conseguir un fin.
B. III. LA ÉTICA FORMAL DE KANT

Podemos caracterizar la ética kantiana a partir de sus tres rasgos siguientes:
• Es formal: la materia del imperativo es lo mandado, la forma el grado de universalidad del imperativo. La tesis esencial de la ética kantiana consiste en indicar que una máxima describe propiamente una acción moral cuando cumple un requisito puramente formal: que pueda ser universalizable.
• Es autónoma: un sujeto es autónomo cuando tiene la capacidad para darse a sí mismo sus propias leyes, y es heterónomo cuando las leyes no descansan en él mismo, cuando le vienen de fuera; la ética kantiana es autónoma al afirmar que sólo las acciones morales son autónomas
• El fundamento de las acciones buenas es el deber, no la inclinación: para que una acción sea buena no basta que sea conforme al deber, además ha de hacerse por deber. El rigorismo kantiano implica el deber por el deber, aunque vaya en contra de mi felicidad y de las personas que quiero, y el carácter universal de la bondad o maldad de una acción, universalidad que impide aceptar excepciones en la validez del impe- rativo categórico.
B. IV. POSTULADOS DE LA RAZÓN PRÁCTICA

El Idealismo Trascendental rechaza la posibilidad del conocimiento metafísico (de Dios, el alma, la libertad...); pero Kant no negará todo acceso a esa realidades, sólo el intelectual, el conocimiento científico, pues únicamente cabe la ciencia de la realidad fenoménica. Pero para Kant hay otra experiencia que puede vincularnos con lo metafísico: la experiencia moral. Y ello a partir de los llamados postulados de la Razón Práctica o proposiciones que no pueden ser demostradas desde la razón teórica pero que han de ser admitidas si se quiere entender el "factum moral"; estos postulados se refieren precisamente a la existencia de la libertad, la inmortalidad del alma, y la existencia de Dios. Aunque desde la perspectiva de la razón teórica se concibe al hombre como sometido a la ley de la causalidad y necesidad natural, desde la perspectiva de la razón práctica podemos defender la existencia de la libertad pues la libertad es la condición de posibilidad de la acción moral (únicamente de las acciones libres podemos predicar valor y responsabilidad moral); la libertad es la capacidad de los seres racionales para determinarse a obrar según leyes que son dadas por su propia razón; libertad equivale a autonomía de la voluntad.

Kant propuso que el problema fundamental de la filosofía es “Saber si la razón humana es capaz de conocer”. Kant piensa que lo primero que debe hacerse es someter la razón a juicio o valoración, para saber si la razón de uno tiene la capacidad de resolver los problemas que acomete. El resultado de esto, es un sistema filosófico formado en torno al análisis de la razón misma.
Este sistema recibe el nombre de Criticismo o Idealismo Trascendental. Ésta afirma que el sujeto del conocimiento es una síntesis entre los datos de la experiencia de nuestra mente que constituyen la forma de cualquier conocimiento.
Kant resume su filosofía y sus obras en unas simples preguntas ¿Qué puedo conocer?, ¿Qué puedo hacer? ¿Qué puedo esperar? A la que agrega otra pregunta ¿qué es el Hombre? Para Kant el ser humano es el sujeto de las cuestiones, por lo que la investigación kantiana tiene que ver con el hombre mismo.
Kant responde a la primera incógnitas en sus obras Crítica a la razón pura, a la segunda en La Crítica de la razón Práctica, y a la tercera en La religión dentro de los límites de la mera razón.
Juicios Kantianos
Kant no intenta estudiar la ciencia, sino de estudiar lo que la hace posible. Para Kant estudiar las condiciones que hacen posible la ciencia es estudiar las condiciones de los juicios en que ella se expresa.
Para Kant todos los conocimientos científicos se expresan en juicios. Es decir; en una secuencia ordenada de proposiciones de las que algo (predicado), se afirma de algo (sujeto).
Ejemplo. Un triángulo tiene tres ángulos.
Un triángulo (es el sujeto)
Tiene tres ángulos (es el predicado)
De esta manera los conocimientos científicos se expresan en (sujeto y predicado).
De ahí, Kant concreta su análisis de las condiciones de posibilidades de la ciencia partiendo de la clasificación de los juicios.
A. POSICIÓN INTELECTUAL DE KANT
El idealismo racionalista culmina con Leibniz: toda explicación racional del universo se apoya en la demostración de la existencia de Dios, autor de la armonía que existe entre todas las mónadas. De otra parte, con Hume llega el empirismo inglés a su más rotunda formulación: para ese filósofo, la existencia es algo meramente subjetivo y sólo median diferencias de grado entre la noción de "algo existente", que en realidad poseemos o creemos poseer, y la impresión puramente imaginada de ese "algo existente".

El tercero de los antecedentes de la filosofía kantiana es la física de Newton. En tanto que el empirismo concluye afirmando la imposibilidad de todo conocimiento trascendente -término opuesto a inmanente-, la física permite un conocimiento exacto de la naturaleza.

La oposición entre la física de Newton y las teorías de Hume, y la afirmación básica de Leibniz respecto a la existencia de Dios, movieron a Kant -después de un largo período de meditación: la "etapa precrítica"- a formular una filosofía que, teniendo en cuenta el empirismo de Hume, se aproximara por su estructuración a la física de Newton. Se trataba de conocer la realidad, de saber si es posible el conocimiento objetivo, planteando así -como base de una futura metafísica- el problema previo de la crítica del conocimiento humano.68

B. LA CRÍTICA DE LA RAZÓN PURA

Conocer equivale a captar el ser de las cosas. Si estas existen fuera de mí mismo, es decir, en sí mismas, serán trascendentes, y conocerlas equivaldrá a conocer algo que existe fuera del sujeto pensante. Por el contrario, si lo exterior no llega a nosotros sino deformado, o si el hombre solamente puede conocer lo que hay en sí mismo, tal como afirmaba Berkeley, el conocimiento trascendental será imposible, porque lo que podemos conocer es apenas algo meramente subjetivo: nuestras propias ideas.Por "razón pura" entiende Kant una manera de conocimiento que no proviene de nuestros sentidos y que es independiente de toda experiencia.
1. Nuómeno y fenómeno
El conocimiento es inmanente o es trascendente, tal como lo había planteado ya la filosofía clásica de los griegos. Pero solamente en el segundo caso podrá ser posible una metafísica. La disyuntiva es resuelta por Kant afirmando que el conocimiento es trascendental, lo que en este caso quiere decir que capta la realidad de lo objetivo, de las cosas, pero lo capta en el sujeto pensante. Ahora bien: a la cosa como la conozco, da Kant el nombre de fenómeno; a la cosa tal como es, la llama nuómeno. El nur mo conocido en el fenómeno no es la cosa en sí, ni puede serlo, pero es el ser trascendental.
2. Los modos de saber
Tendido así un puente entre lo subjetivo y lo objetivo, entre el fenómeno y el nuómeno, habrá que preguntarse si hay modos de conocimiento, y cuáles son. Para Kant existen tres: la sensibilidad, el entendimiento discursivo y la razón. Pero el conocimiento es a priori o a posteriori: el primero no reposa en la experiencia y el segundo la presupone. Sólo el conocimiento a priori es universal y, además, necesario. De donde la ciencia -tal como ocurre en (a Física y la Matemática- será un conocimiento a priori. Pero, qué ocurre respecto de la Metafísica? Para responder a esta pregunta -se trata de saber, en definitiva, si es posible conocer el nuómeno- Kant se pregunta inicialmente cómo es posible la Matemática; luego, cómo es posible la Física.
3. La teoría del juicio

Hay juicios analíticos y juicios sintéticos. Los primeros son aquellos cuyo sujeto contiene al predicado: así al predicar el género respecto de una especie, o una propiedad esencial respecto de esta. Los segundos son los que unen un predicado a un sujeto que carecía de tal predicado. Esta última clase de juicios, por consiguiente, es la que enriquece el concepto del sujeto.Como los juicios son comparaciones, los analíticos resultan ser a priori, porque basta con contraponer sujeto y predicado, para conocer si son compatibles o incompatibles, es decir, verdaderos o falsos. En cuanto a los juicios sintéticos, son en su totalidad a posteriori. Este es, para Kant, el problema central, porque si contestamos afirmativamente la pregunta, ocurre que todo conocimiento realmente nuevo -y que no sea simple deducción de algo que ya sabemos- es un juicio posteriori, y por tanto no será necesario ni universal. Dicho de otra manera: la ciencia, que procede a base de realizar nuevos descubrimientos, o no es necesaria y universal, o es solamente la reiteración, mediante juicios analíticos, de lo que ya se sabe. Ante esta dificultad, y en vista de realidades científicas como la física de Newton o el cálculo infinitesimal de Leibniz, piensa Kant que tienen que existir juicios que amplíen el conocimiento, es decir, juicios sintéticos que sean necesarios y universales, o sea juicios sintéticos a priori. Es entonces cuando enuncia el problema preguntándose: cómo son posibles, si es que lo son, los juicios sintéticos en la matemática, en la física y en la metafísica.
El logro esencial de Kant es separar radicalmente la razón instru­mental de la razón especulativa o dialéctica, no quedando esta últi­ma condenada a la ilegalidad sino referida a una legalidad diferente. Quizá esta escisión fundamental no es más que la interiorización de­finitiva de la división del trabajo, que hiende el espíritu para domi­nar mejor al hombre. En todo caso, desde un punto de vista históri­co, Kant no sólo no acaba con la metafísica especulativa, sino que acelera su más alto cumplimiento, al destacar el definitivo papel del sujeto en la constitución del objeto. Libre, por obra del mismo Kant, del modelo de la ciencia experimental, la especulación metafísica, es decir, el ejercicio de la razón pura, levanta sus más audaces construc­ciones: los sistemas de Fichte, Hegel y Schelling.
Para Kant, «Dios, el alma, el cosmos universal son sublimes ob­jetos extrasensoriales, creados por la razón pura y fuente inacabable de antinomias paradójicas en cuanto intentan ser pensados como co­sas reales, de las que percibimos con los sentidos». Esta crítica kantiana asestaba un duro golpe a las pretensiones racionales de los metafísi-cos y teólogos tradicionales, de la gran escuela sistemático-especula-tiva. Pero una vez independizado de estos dominios, Kant no aspira a ir más lejos, ni mucho menos a socavar las creencias religiosas y morales establecidas. Por el contrario, halla de nuevo en la concien­cia moral y en el imperativo categórico de acatamiento al deber ins­crito en ella una nueva base, autónoma esta vez, pero no menos efi­caz, para sustentar la creencia en un alma libre e inmortal y un dios omnipotente, que rige justicieramente su destino. La doctrina ético-religiosa tradicional, antes impuesta con autoridad por la jerarquía exterior, se interioriza de modo tan suficiente que el individuo ya no necesita la amenaza dogmática para sustentarla. La mayoría de edad ilustrada, según Kant, como suscribiría posteriormente Freud, es la supresión de la autoridad paterna porque uno mismo ha llegado a convertirse en su propio padre.
Además de su teoría del conocimiento que tanta importancia tiene en el ámbito científico y metafísico, Kant también centró su atención en el tema de la moral. ¿Cómo podemos llegar a descubrir qué es lo específico del conocimiento humano y de la moral? No son, por supuesto, los dogmas, o los mandamientos que varían de un lugar a otro, sino que hay que buscar el núcleo mismo de la moral. Kant lo centró en lo que llamaba un imperativo categórico.
En la Filosofía del Derecho desde el siglo XIX la influencia de Kant ha sido sin duda la más importante si se le compara a la que ejerciera cualquier otro filósofo clásico. Esto vale, sin embargo, más por su teoría crítica del conocimiento que por su teoría jurídica. De esta forma, durante la segunda mitad del siglo XIX surgió la Teoría General del Derecho, cuyos principales autores fueron Merkl, Binding, Bierling, Bergbohm, Somló y Bluntschli. Esta nueva disciplina especial de la Filosofía del Derecho se apoyó en un principio elaborado con base en la Filosofía de Kant: debido a que los contenidos jurídicos no pueden ser accesibles al conocimiento científico, en beneficio de la seguridad jurídica tienen que ser establecidos los criterios formales que sirven para determinar lo que debe ser el Derecho. El formalismo jurídico en la Filosofía del Derecho que sirviera para justificar la legislación y la jurisprudencia del régimen nacionalsocialista, tuvo a uno de sus más importantes representantes en Rudolf Stammler para quien fue posible establecer que, los principios de un Derecho justo no son normas, sino que más bien, tienen la significación de pensamientos metódicos que nos ayudan a elegir entre una muy amplia variedad de normas jurídicas concretas,y que por ello un Derecho correcto no era más que una forma pura del pensamiento, un método formal y que no era posible encontrar ningún precepto jurídico que comprobara con base en la especialidad de su contenido su validez absoluta. * Doctor en Derecho por la Universidad de Heidelberg en Alemania y profesor de tiempo completo de la Universidad Iberoamericana, Plantel Santa Fe.